domingo, 29 de mayo de 2011

Orar y trabajar por la paz



Hemos sido testigos de tantas manifestaciones repudiando la violencia y pidiendo la paz, no solo en nuestro país, los Obispos mexicanos en la carta pastoral “Que en Cristo Nuestra Paz México tenga vida digna”, nos alientan a manifestar nuestros pensamientos y sentimiento al respecto: “Expresar el amor a la paz. Es importante amar la paz, adherirse a ella de un modo espontáneo, disfrutarla y celebrarla cuando se tiene y también expresar el dolor y sufrimiento cuando nos vemos privados de ella.” (n. 200). No todos se pronuncian a favor de estas manifestaciones, sobre todo porque se preguntan ¿Quién hará caso de estas expresiones?, el hacer conciencia a otros, ya es una buena labor, pero no podemos quedarnos ahí. Con más razón cuando no vemos que la violencia venga a menos, al contrario la vemos más cerca a la vida de nuestras familias y no solo del crimen organizado, sino ya de cualquier hijo de vecino.

En la Iglesia Católica se celebra cada día primero del año la jornada por la paz y los Papas han dado durante años algunas palabras que van iluminando el sendero de la paz de acuerdo a las circunstancias de cada tiempo.
El primero de enero del 2007 el Papa Benedicto XVI nos decía: “También la paz es al mismo tiempo un don y una tarea. Si bien es verdad que la paz entre los individuos y los pueblos, la capacidad de vivir unos con otros, estableciendo relaciones de justicia y solidaridad, supone un compromiso permanente, también es verdad, y lo es más aún, que la paz es un don de Dios. En efecto, la paz es una característica del obrar divino, que se manifiesta tanto en la creación de un universo ordenado y armonioso como en la redención de la humanidad, que necesita ser rescatada del desorden del pecado. Creación y Redención muestran, pues, la clave de lectura que introduce a la comprensión del sentido de nuestra existencia sobre la tierra. Mi venerado predecesor Juan Pablo II, dirigiéndose
a la Asamblea General de las Naciones Unidas el 5 de octubre de 1995, dijo que nosotros «no vivimos en un mundo irracional o sin sentido [...], hay una lógica moral que ilumina la existencia humana y hace posible el diálogo entre los hombres y entre los pueblos ».[3] La “gramática” trascendente, es decir, el conjunto de reglas de actuación individual y de relación entre las personas en justicia y solidaridad, está inscrita en las conciencias, en las que se refleja el sabio proyecto de Dios. Como he querido reafirmar recientemente, «creemos que en el origen está el Verbo eterno, la Razón y no la Irracionalidad».[4] Por tanto, la paz es también una tarea que a cada uno exige una respuesta personal coherente con el plan divino. El criterio en el que debe inspirarse dicha respuesta no puede ser otro que el respeto de la “gramática” escrita en el corazón del hombre por su divino Creador.”(n. 3), sus palabras son muy alentadoras ante nuestra colaboración a favor de la paz.
El Documento “Que en Cristo Nuestra Paz…” del cual ya se habló en un artículo anterior, nos expresan en compromisos 101 caminos para promover la paz en nuestra patria.
Clasifican todas las opciones en los siguientes apartados
1.- FORMAR MUJERES Y HOMBRES NUEVOS EN CRISTO. 1.1 Trasmisión de la fe. 1.2 La tarea educativa en las escuelas. 1.3 La familia. 1.4 La vida comunitaria
2. EDUCACIÓN PARA LA PAZ. 2.1 Difundir pensamientos de paz. 2.2 Fomentar sentimientos de paz. 2.3 Impulsar gestos de paz. 2.4 Promover un lenguaje de paz. 2.5 Los Medios de comunicación social al servicio de la paz. 2.6 Educar para la legalidad

3. CIUDADANIA PARA LA PAZ. 3.1 Incidencia social. 3.2 Incidencia política
3.3 Incidencia cultural. 3.4 Incidencia para la construcción de la paz

4. CONSTRUCCIÓN DE LA PAZ. 4.1 Impulsar el desarrollo humano integral. 4.2 Promover los derechos y deberes humanos. 4.3 Impulsar la reconciliación social. 4.4 La misión reconciliadora de la Iglesia. 4.5 Ecumenismo por la paz, y 4.6 Orar por la paz (Cfr. Que en Cristo..ns. 189-239).

También los Obispos nos invitan a tener actitudes claras y a realizar acciones concretas, para que nuestros sentimientos no se queden en puro sentimentalismo. De las cosas que como cristianos están más cercas de nosotros, son las siguientes: Aprovechar la Doctrina Social de la Iglesia como «instrumento de evangelización». Fomentar en los discípulos misioneros que asuman su compromiso como ciudadanos. Promover en los espacios educativos a nuestro alcance la educación en el amor y para el amor. Formar a las nuevas generaciones en el equilibrio adecuado entre libertad y disciplina. Alentar a los educadores a asumir responsablemente el rol de autoridad en la tarea educativa. Alentar la esperanza, como alma de la educación. Potenciar el papel de la familia en la construcción de la paz.
También tenemos: Que todos los apostolados contribuyan en la recuperación de los espacios comunitarios y en la implementación de proyectos que fortalezcan el tejido social. Crear y difundir pensamientos de paz. Crear círculos de reflexión a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia para repensar el actual orden social, político y económico. Impulsar el desarrollo humano de las personas, en las familias y en las comunidades, que propicie la reconciliación de la propia afectividad. Desarrollar la indignación contra toda violencia en nosotros y en torno a nosotros. Expresar el amor a la paz y también expresar el dolor y sufrimiento cuando nos vemos privados de ella. Fomentar el sentido de pertenencia a la nación. Promover la no-violencia como alternativa en la vida civil y política. Proponer un estilo de vida austero y sencillo. Los compromisos expuestos en resumen aquí, no agotan las luces de los Obispos. Si queremos vivir en paz, debemos luchar y rezar personal y comunitariamente para lograrlo.

P. Apolinar torres O.

martes, 17 de mayo de 2011

El dia de las madres

La joven Madre
La joven madre puso su pie en el sendero de la vida.
-¿Es largo el camino? -preguntó.
Su guía le contestó: -Sí, y el camino es arduo.
Te envejecerás antes de llegar a su final.
Pero el final será mejor que el principio.
Pero la joven madre estaba feliz y pensaba que nada
podía ser mejor que el tiempo que estaba viviendo.
Por eso, se puso a jugar con sus hijos, a recoger flores para ellos
a lo largo del camino, y los bañó en los arroyos cristalinos;
el sol brilló sobre ellos, la vida era buena y la joven madre gritó:
-Nada podrá superar la hermosura de esto.
Llegó la noche, y la tormenta, el sendero se oscureció
y los niños temblaron de frío. La madre los allegó a su seno,
y los cubrió con una manta. Los niños dijeron:
-Mamita, no tenemos miedo porque tú estás con nosotros,
y nada nos puede dañar.
La madre dijo: Esto es mejor que la luz brillante del día,
porque he infundido valor a mis hijos.
Llegó la mañana, y vieron una montaña por delante.
Los niños subían y el cansancio los vencía, pero la madre,
aunque cansada, les decía siempre:
Tengamos un poco de paciencia y llegaremos.
Llegaron a la cumbre y allí dijeron:
Sin ti jamás hubiéramos llegado, mamá.
Aquella noche la madre, acostada, miró las estrellas y dijo:
Este día es mejor que el anterior, porque mis hijos han aprendido
a enfrentar las asperezas de la vida con entereza.
Ayer les di coraje, hoy les he dado fortaleza.
El día siguiente trajo extrañas nubes sobre la tierra,
que la cubrieron de tinieblas. Eran las nubes de la guerra,
del odio y del mal. Los hijos caminaron a tientas y tropezaron.
La madre les dijo: Miren hacia arriba. Levanten la vista hacia la Luz.
Y ellos miraron y vieron por sobre las nubes una Gloria eterna que los dirigió
y los llevó más allá de las tinieblas. Aquella noche la madre dijo:
Este es el mejor de todos los días porque he conducido mis hijos al conocimiento de Dios.
Los días pasaron, las semanas, los meses, los años.
La madre envejeció y sus espaldas se curvaron.
Ya sus hijos eran grandes y fuertes y caminaban sin temor.
Cuando el camino se ponía difícil, ellos ayudaban a su madre.
Si el camino era muy áspero, la levantaban porque era liviana como una pluma.
Por fin llegaron a una colina, detrás de la cual divisaron un camino
resplandeciente y las puertas de oro abiertas de par en par.
La madre dijo: He llegado al final de mi viaje.
Ahora sé que el final es mejor que el principio, porque mis hijos
pueden caminar solos y sus hijos les siguen.
Y los hijos dijeron: Siempre caminarás con nosotros, mamá,
aun después que hayas pasado por aquellas puertas.
Y de pie, se quedaron mirándola cuando sola siguió caminando
hasta que las puertas de oro se cerraron tras ella.
Y se dijeron: No podemos verla, pero todavía está con nosotros.
Una madre como la nuestra es más que una memoria.
Es una presencia viva.








El sabado 14 de mayo la parroquia de San Martin celebro a las madres su gran y especial dia en el que recuerdan ellas el gran regalo que Dios les ofrece al ser madres. En el festival hubo participacion de la mayor parte de la pastoral juvenil que quizo demostrar la gratitud a todas las madres por habernos dado la vida acompañadas del Espiritu Santo.





jueves, 5 de mayo de 2011

El papa Juan Pablo II y cada uno



¡Cuánto se ha dicho y escrito sobre este hombre¡ ¡y cuanto se seguirá escribiendo!. El Papa Juan Pablo II es un personaje de muchos números, por ejemplo: Primer Papa eslavo de la historia, segundo Papa con dos nombres, el primero fue Juan Pablo I, tercer papado más largo de la historia, hasta llegar a los números grandes, canonizó a 482 beatos y beatificó a 1338 siervos de Dios y así podríamos seguir. Ahora que será beatificado viene a nuestra mente y corazón los momentos en que nuestras vidas se cruzaron con la de él y sucede algo poco visto, pues podremos decir “hemos convivido con un beato”. Siendo el país en tercer lugar más visitado, con 5 ocasiones, podemos recordar muchas cosas que siempre estarán llenas de emotividad, de alegría y del reconocimiento de que con su presencia algo diferente pasaba.

Quiero compartir algunas de las experiencias de mi vida en relación a él, con el único deseo de que cada uno recuerde y valore las suyas propias. Después de casi 15 años de pontificado, muere el Papa Paulo VI el 6 agosto de 1978, era la primera vez que conscientemente vivía la muerte de un Papa, yo tenía 19 años, ese año había decidido ser sacerdote y entrar al seminario, recuerdo la consternación que se vivió, en la parroquia donde participaba como catequista.

Después vino la alegría de tener un nuevo papa “que sonreía”, el cardenal Albino Luciani tomaba el pontificado con el nombre de Juan Pablo I, el 26 de agosto 1978, aún no entraba al seminario, los jóvenes de la parroquia pronto conseguimos una fotografía que si mal no recuerdo fue publicada por un periódico de la ciudad y la colocamos a la entrada del templo de la Conquista, para que todos lo conocieran, todo era alegría y expectación.

Después partí al seminario, a la etapa del curso introductorio que teníamos que cursarla en San Luís Potosí. Con 33 días de pontificado el 28 de septiembre, se nos da la noticia desconcertante de la muerte del Papa. Pero pronto el 16 de octubre de 1978 se nos anuncia que es elegido el cardenal polaco Karol Józef Wojtyła como nuevo Papa y toma el nombre de Juan Pablo II. La siguiente sorpresa es que el Papa quería venir a México. ¿A México? ¿Cuándo se había pensado que un Papa lo hiciera?, no terminaba todo ahí, nosotros éramos invitados a una de las audiencias en el seminario de Guadalajara. Yo decía “como Dios quiso que entrara al seminario para conocer al Papa”, recuerdo con mucho agrado todas las peripecias que tuvimos que vivir para estar frente al Santo Padre, y aún conservo las fotos donde se ven más las cabezas iluminadas con los flashes de cubito que entonces se usaban en las cámaras automáticas.

Otro momento que recuerdo fue cuando en el seminario se anunció que un grupo de nuestros seminaristas de cuarto de teología viajarían a Roma para ser ordenados por el Santo Padre, era el grupo del P. Joel Elías Morales, en el año 1981. Ellos empezaron a arreglar todo para su ordenación, todos sentíamos gran alegría y orgullo, pero todo quedó en ilusión, pues en mayo el Papa sufría el atentado que lo puso al borde de la muerte y el plan se vino abajo.

En 1990 ya ordenado sacerdote, se me pidió viajar a la ciudad de Roma para estudiar en la Universidad Gregoriana. Mi madre decía “que alegría que vas a estar cerca del Papa”. Lo más pronto posible los nuevos que llegábamos buscábamos estar en el rezo del Ángelus de los domingos, las veces que pude asistir, veía que aquello era siempre una fiesta donde no faltaban los grupos de mexicanos que le gritaban diferentes frases y porras. Uno de los momentos que más recuerdo fue la concelebración de la clausura del Sínodo de los Obispos, en la Catedral de San Pedro, con toda la solemnidad, en ese recinto como de salido de una película, los cantos, los Obispos, la gente que recibía con gozo a todos los sacerdotes, que nos veíamos de todas las razas y naciones.

Para el Jubileo del año 2000, Dios me dio la oportunidad de volver a Roma. Participé en la Misa para México donde fueron Canonizados 27 mexicanos, entre ellos uno sacerdote de nuestro presbiterio San José María de Yermo y Parres.

En su última visita a nuestro país unos jóvenes de la parroquia me dijeron que querían ir a la ciudad de México para verlo, les hablé de todos los inconvenientes, ellos me dijeron: “posiblemente no volverá a venir y queremos verlo”, yo guardé silencio, les di la bendición y se marcharon.

¿Quién de nosotros no estuvo atento por los medios de comunicación al momento de su muerte?, veíamos por la televisión a las personas que se congregaban en la Plaza de San Pedro y que pedían su pronta canonización.

Nosotros en la Diócesis tendremos una semana de preparación del 4 al 31 de abril con catequesis, Horas Santas, Vigilias, etc. y una celebración el 1º de mayo en la Plaza Expiatorio a las 7:00 p.m. para unirnos a la Iglesia Universal. Él nos invitó siempre a la vivencia de la santidad, termino con un trozo de una de sus homilías “A través de la unión profunda con Cristo, iniciada en el bautismo y alimentada por la oración, los Sacramentos y la práctica de las virtudes evangélicas, hombres y mujeres de todos los tiempos, como hijos de la Iglesia, han alcanzado la meta de la santidad. Son santos porque pusieron a Dios en el centro de su vida e hicieron de la búsqueda y extensión de su Reino el móvil de su propia existencia” (Homilía para la canonización de los santos mexicanos 21 de mayo del 2000).


P. Apolinar Torres Ortiz